Tengo un problema de ambivalencia. Me suelo considerar una persona mayoritariamente nocturna, pero lo cierto es que el día también tiene su punto. Sin embargo, hasta hace bien poco, trabajaba mejor de noche.
Es curioso como durante las horas de silencio (relativo, casi siempre con la música sonando, aunque sea a volumen mínimo) el muro que separa los reinos de la imaginación y de lo real se resquebraja con mayor facilidad. Menos distracciones potenciales, más calma, más oportunidades para encontrarse con uno mismo, para bien o para mal.
Pero también es cuando podemos dejar que nuestra creatividad vuele sin interferencias, donde la mezcla de sueño y vigilia puede acercarnos más a ese acorde enigmático que se ocultaba entre las circunvoluciones de nuestro cerebro.
La noche da ese punto melancólico, pero afilado, que a veces nos falta, o puede sumirnos en la más terrible de las pesadillas...
Conviene recordar que siempre llegará la mañana, y que la oscuridad nos permite ver las estrellas y otras luces desperdigadas por el paisaje.
Buenas noches ;)
2 comentarios:
la noche tiende su manto de negrura y silencio, y la amamamos cuando nos conviene, pero nuestra vida discurre entre luces y sombras...
De triunfos y tragedias se forma el espíritu humano.
Un abrazo ;)
Publicar un comentario